Por: Dr. Carlos Alberto Chávez Zichinelli
En las últimas décadas, el mundo ha sido testigo de transformaciones profundas en el ámbito ambiental, social y económico. Las crisis climáticas, la pérdida acelerada de biodiversidad y la creciente desigualdad social han puesto en evidencia que conservar los sistemas naturales no es únicamente una cuestión ecológica, sino un reto profundamente humano. En este contexto, la relación entre gobernanza ambiental y conservación de sistemas naturales ha cobrado una relevancia crucial, siendo hoy reconocida como un componente esencial para garantizar la sostenibilidad de los recursos naturales (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza [UICN] 2021).
La gobernanza ambiental efectiva no se limita a decisiones unilaterales tomadas desde los gobiernos o las élites económicas, al contrario, se basa en la articulación de diversos actores: gobiernos, sector privado, pueblos indígenas, comunidades locales y organizaciones de la sociedad civil. De acuerdo con Ostrom (2009), para lograr una gestión verdaderamente sustentable, es indispensable considerar arreglos institucionales que reconozcan los derechos de todos los grupos sociales involucrados, fomenten la participación inclusiva y aseguren mecanismos de rendición de cuentas. Estos principios son parte del Natural Resource Governance Framework (NRGF) promovido por la UICN, el cual establece diez principios fundamentales para orientar procesos de gobernanza centrados en valores de equidad social y sustentabilidad ambiental (UICN, 2021).
Una característica clave de este enfoque es su apertura hacia modelos policéntricos de gobernanza, concepto desarrollado por Elinor Ostrom (2010), en el que se propone un sistema compuesto por múltiples centros de decisión interrelacionados, capaces de operar de manera coordinada, pero también autónoma. Esta visión rompe con las estructuras jerárquicas tradicionales y permite una mayor flexibilidad y capacidad de respuesta ante problemas complejos. Asimismo, la gestión adaptativa emerge como un complemento indispensable: mediante ciclos continuos de evaluación, aprendizaje y ajuste, las instituciones y comunidades pueden responder de forma dinámica a los cambios ambientales y sociales (Armitage, Berkes & Doubleday, 2009).
No se trata de simples ideas teóricas; diversos estudios y experiencias concretas han demostrado que la gestión comunitaria de recursos naturales produce resultados socioambientales positivos. El caso del manejo forestal comunitario en Nepal, ampliamente documentado por la FAO (2021), es un ejemplo emblemático. Allí, las comunidades locales han logrado revertir procesos de degradación forestal, al mismo tiempo que mejoran sus medios de vida. De manera similar, en México, las comunidades indígenas han liderado prácticas exitosas de conservación y aprovechamiento forestal sustentable, integrando conocimientos tradicionales con esquemas de gobernanza formal (Charnley & Poe, 2007).
Sin embargo, alcanzar estos resultados no está exento de dificultades. Entre los principales desafíos destacan las asimetrías de poder entre los diferentes actores involucrados, la falta de seguridad en la tenencia de la tierra y la carencia de información suficiente para la toma de decisiones informadas (Addison et al., 2022). Estas limitaciones reflejan la necesidad urgente de construir esquemas híbridos de gobernanza, donde confluyan esfuerzos públicos, privados y comunitarios, con una visión compartida de largo plazo (Bennett et al., 2018).
En el caso de México, país reconocido por su diversidad biológica y cultural, estas cuestiones adquieren un carácter estratégico. La existencia de territorios indígenas con amplios saberes ecológicos, sumada a una estructura institucional compleja, plantea la urgencia de consolidar estructuras de gobernanza que sean flexibles, inclusivas y adaptativas. La integración de conocimientos locales, principios de equidad social y enfoques de sustentabilidad ambiental no es solo deseable, sino imprescindible para enfrentar los desafíos globales desde una perspectiva situada y con sentido de justicia.
En suma, la gobernanza ambiental contemporánea no puede concebirse sin una visión integral que reconozca la diversidad de actores y saberes. La sustentabilidad de los sistemas naturales depende de la capacidad colectiva para construir instituciones capaces de aprender, adaptarse y garantizar condiciones de vida dignas para todos los seres vivos, al tiempo que se protegen los ecosistemas que nos sostienen.
Referencias
- Addison, P. F. E., Satterfield, T., & Bennett, N. J. (2022). “Governance challenges in natural resource management: Power asymmetries and knowledge gaps”. Conservation Science and Practice, 4(1), e627.
- Armitage, D., Berkes, F., & Doubleday, N. (Eds.). (2009). Adaptive Co-Management: Collaboration, Learning, and Multi-Level Governance. UBC Press.
- Bennett, N. J., et al. (2018). “Conservation social science: Understanding and integrating human dimensions to improve conservation”. Biological Conservation, 227, 89–99.
- Charnley, S., & Poe, M. R. (2007). “Community forestry in theory and practice: Where are we now?”. Annual Review of Anthropology, 36(1), 301–336.
- FAO. (2021). Community-based forest management in Nepal: Successes and challenges. Food and Agriculture Organization of the United Nations.
- Ostrom, E. (2009). A General Framework for Analyzing Sustainability of Social-Ecological Systems. Science, 325(5939), 419–422.
- Ostrom, E. (2010). Polycentric systems for coping with collective action and global environmental change. Global Environmental Change, 20(4), 550–557.
- Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). (2021). Natural Resource Governance Framework. Gland, Suiza: IUCN.